miércoles, 28 de agosto de 2013

entrada de Santiago Gonzales sobre salud

http://santiagonzalez.wordpress.com/2013/08/23/si-esto-es-salud/

Si esto es Salud

Si esto es un médico
Vean la foto del diario El Mundo que ilustra este comentario. Un colectivo de autodenominados ‘trabajadores de La Paz’ se manifiesta frente a su centro de trabajo para rechazar a una paciente, la delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que permanece en la UCI de dicho centro hospitalario desde el accidente de moto que sufrió en días pasados.
Siempre pensé que el médico es el cura de los laicos y el abogado de la clase media -baja. Se lo decía Woody Allen a Susan Anspach, su esposa en ‘Sueños de un seductor’, cuando ésta le comunicaba su decisión de divorciarse: “Mi abogado llamará a tu abogado’, a lo que Allen responde: “No tengo abogado. Dile que llame a mi médico”. Valga la comparación para señalar que hay tres profesiones que no discriminan a sus clientes, aunque sean criminales: los curas, los abogados y los médicos. Era una creencia que acaba de demostrar su falsedad en esta manifestación de la izquierda sanitaria, que ha roto ostensiblemente y ante los medios de comunicación un principio elemental del juramento hipocrático.
Cuando hace unos años me operaron de varices, nunca pensé que la cirujana podía ser nacionalista o batasuna y que arriesgaba algún vaso sanguíneo en el trance,  si aquella señora decidía llevar a lo personal una discrepancia ideológica. Es más, nunca se me ha ocurrido pensar que ninguno de los médicos que han atendido al asesino preso  Bolinaga haya tenido otra consideración prioritaria respecto a él que trabajar por su salud.
El escrache tenía que llevar a esto. De la denuncia ante la institución que gobiernan los políticos, se pasó al acoso domiciliario, para llegar ahora, no ya a manifestarles hostilidad por la política que desarrollan, sino por su ser. A Cifuentes quieren echarla del hospital porque el Gobierno de Madrid está privatizando la Sanidad Pública, en su opinión. No se trata de las competencias que desarrolla la delegada del Gobierno de España, sino de la política sanitaria del Ejecutivo de Madrid. No es por ser la delegada del Gobierno, sino por ser del PP.
Esta inédita fobia a uno de sus pacientes me resulta tan difícil de creer que no me resigno a pensar que no se va a producir una asamblea de médicos de La Paz para denunciar como impostores a los de las batas y desautorizar una manifestación convocada en su nombre. Pero puede que en esta ocasión lo peor sí sea cierto y los médicos de La Paz o muchos de ellos guarden silencio aprobatorio. En tal caso, puede que el Gobierno deba enviar a la planta en la que está hospitalizada Cristina Cifuentes un par de médicos militares para que vigilen los protocolos que administran sus colegas de izquierdas y los ATS.
Es muy notable que este personal que niega a una cotizante añeja de la Seguridad Social compatibilice esta actitud con la autosatisfacción de considerarse solidario porque son partidarios de que la Sanidad Pública española atienda al último llegado en patera, que no ha cotizado nunca.
Otra cuestión es el fetichismo de lo público que padece la izquierda. La Sanidad pública, digámoslo una vez más, no es tal porque los médicos, ATS, auxiliares, celadores y empleados de la limpieza sean funcionarios, sino porque los hospitales se pagan con fondos públicos, es decir, con los impuestos de los ciudadanos. Voy a poner dos ejemplos: La sanidad holandesa, la mejor de Europa, y lo reconoce un medio que no me dejará mentir, Pues bien, el sistema holandés de Salud se basa en la financiación pública y en la prestación de servicios por empresas privadas, así como en la libertad de elegir de los pacientes. Véanlo en este link. Vamos a otro ejemplo, Suecia, ejemplo del Estado del Bienestar:
“En Suecia, país líder en cuanto a resultados médicos y que en 2010 gastaba en sanidad el mismo porcentaje del PIB que España (9,6%), no solo se acepta sino que se fomenta una amplia gestión privada tanto en la atención primaria como en la especializada, sin excluir entidades con ánimo de lucro, que son las más comunes y las que más dinamismo han dado al sector sanitario sueco (Capio, que es una empresa de origen sueco, es el mejor ejemplo de ello). El Estado garantiza el acceso universal e igualitario a la sanidad, que por otro lado financia, regula y controla. (…)
En ninguno de estos dos países líderes (Holanda y Suecia) existen funcionarios públicos (y menos de esos vitalicios que tenemos en España) involucrados en la prestación de servicios sanitarios. En Suecia, los empleados del sector sanitario público son trabajadores como todos los demás, regidos por las mismas leyes; lo mismo ocurre en muchos otros países con una sanidad de cobertura universal y alta calidad, como los demás de Escandinavia, Alemania, Suiza y el Reino Unido. En estos países la categoría de funcionario está reservada a quienes desempeñan las funciones privativas del Estado; no son funcionarios ni los profesores, ni los médicos, ni las enfermeras ni los trabajadores sociales, por poner ejemplos bien relevantes.”
Más que el mal, lo que es banal es la estupidez y banales son forzosamente los términos con que se expresa, sintagmas que hacen resbalar el sentido común como si fueran una piel de plátano. Un suponer: “La sanidad no puede ser un negocio”. (Y quien dice la Sanidad, dice la Educación). ¿Por qué? Demos una vuelta a la frase, primum vivere. Antes que la Educación, antes incluso que la Sanidad, está la alimentación. Uno puede convivir con un cáncer meses, incluso años. Interrumpir la ingesta de alimentos acorta la vida mucho más.
Consideren esta proposición: “La alimentación no puede ser un negocio”. ¿Habría que nacionalizar los supermercados? ¿De veras piensa nuestra izquierda que Mercadona no debe ser gestionada por un capitalista movido por ánimo de lucro, sino por ejemplares funcionarios controlados por sindicalistas de CCOO y UGT, con el reputado afán de servicio y amor al bien común que han acreditado a lo largo de las tres últimas décadas en la gestión de los EREs andaluces?
Los médicos y demás trabajadores con bata que se manifiestan en la foto no conciben estas razones y claman por la expulsión de la señora Cifuentes de un hospital que ellos se han privatizado por la brava sin caer en un pequeño detalle: ellos son los servidores de un sistema de salud del que TAMBIÉN es propietaria la delegada del Gobierno en Madrid, la ciudadana Cifuentes.
Es la chusma, esta patulea movida por el odio mientras blasona de superioridad moral,  ha tenido una expresión terrorífica en las redes sociales, de la que daba cuenta  el camarada Espada: La excelente cobertura en Twitter del accidente de la delegada Cifuentes. Entre toda esta gentuza encapuchada, esta patota, que diría mi querido Gistau, destacan dos que firman con su nombre: Llamazares y el chico de Javier Pradera. El primero es una versión banal y mediocre del estalinismo. El segundo es hijo de un hombre por quien tuve aprecio y a quien debo, en tanto que director de ediciones de Alianza Editorial, mi eterno agradecimiento por la publicación de muchos libros esenciales en mi aprendizaje. Max Pradera es un ejemplo vivo de cómo degenera la raza, hay que joderse.
A mi admirado Javier Pradera, con quien no era preciso estar de acuerdo siempre, pero era obligado guardarle un respeto intelectual, le salió un hijo algo chisgarabías y que se expresa como un tontito. Una criatura a la medida de Twitter, vamos. ¿Habrá pensado alguna vez en estos días que estos chistecitos que él hace sobre el accidente de la delegada, deben de ser de naturaleza muy parecida a los que hacía la izquierda de antaño cuando fusiló a su abuelo paterno, Javier, y a su bisabuelo Víctor en septiembre del 36 en San Sebastián? Seguramente no hizo tantas bromas sobre el abuelo materno del joven Max Pradera, Rafael Sánchez Mazas, carné número 4 de Falange Española y coautor, junto a Ridruejo de la letra del ‘Cara al sol’, en concreto de estos versos: “Volverán banderas victoriosas/ al paso alegre de la paz”, cuando fue fusilado en masa en enero de 1938. Digo que no harían bromas porque se les escapó vivo.
Me parece bien que no se sienta atado por el legado de sus antepasados. Sólo espero que no se le ocurra escribir un tuit para llamar a cualquier Cifuentes ‘hija del franquismo’.
Hoy han publicado David Gistau Hermann Tertsch dos artículos en los que se cuenta lo esencial de todo esto. Si insisto en ello es porque me parece imprescindible reivindicar un principio moral y contribuir en la medida de los posible, que es poco, a poner las cosas en su sitio.

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