miércoles, 29 de octubre de 2014

Artículo de Savater: ¿Quiénes somos, de dónde venimos?


¿Quiénes somos, de dónde venimos?

FERNANDO SAVATER, EL CORREO – 26/10/14
Fernando Savater
Fernando Savater
· El soporte de la alianza política en democracia es el fundamento legal compartido y no los etnos que se basan en requisitos genealógicos o tradicionalistas.

Una de las muestras más indudables de la honradez intelectual de Spinoza es que en cada capítulo de su ‘Ética’ procura previamente definir los principales términos que va a manejar en él, algunos tan litigiosos como ‘Dios’, ‘Naturaleza’, ‘causa’, ‘idea’, etc… De ese modo el lector puede compartir o no sus argumentaciones, pero al menos sabe a qué se refiere precisamente cada una de ellas. No sería malo que en nuestras polémicas sobre ciudadanía, identidades nacionales, autogobierno, etc… los contrincantes aclarasen del mismo modo algunos términos recurrentes como ‘vasco’, ‘catalán’, ‘español’, ‘pueblo’, ‘ciudadano’ y otros no menos frecuentados. Porque se dan por obvios y sabidos, cuando en realidad ocultan campos semánticos muy diferentes. Cuando oímos al gerente de unos grandes almacenes asegurar que su ‘filosofía’ de ventas es tal o cual, algunos quisiéramos que se aclarase que en ese contexto la palabra ‘filosofía’ poco tiene que ver con lo que hicieron Aristóteles o Kant. Pues lo mismo ocurre con otras voces que se emplean con idéntico desenfado pero dan lugar a malentendidos políticos de alcance mucho mayor.

El principal es confundir el significado de esos términos según se apliquen desde un punto de vista genealógico, cultural o según la perspectiva política. Es indudable que podemos hablar de vascos o catalanes, por ejemplo, según su estirpe familiar: los famosos ocho apellidos, más o menos, que últimamente han dado lugar a versiones cinematográficas humorísticas. También hay vascos o catalanes (y andaluces, gallegos, extremeños…) de acuerdo con sus costumbres, su lengua materna, ciertos aspectos de su forma de vida, su lugar de nacimiento o sus principales identificaciones simbólicas.

Y por supuesto existen con gran frecuencia combinaciones bastante complejas de varios de estos elementos en una misma persona: nace en un lugar de padres llegados de lejos, se traslada a otro por razones de trabajo o de amores, siente entusiasmo por formas gastronómicas o rituales religiosos ajenos a su infancia, aprende una nueva lengua que termina prefiriendo a la suya materna o se mantiene fiel a las tradiciones de lo que considera su linaje, etc… Si alguien le pregunta qué se siente, responderá con el gentilicio que en ese momento le resulte más entrañable pero en realidad debería contestar: «Me siento un ciudadano libre de un Estado de derecho, no un nativo atado por la tierra y la sangre a una forma de ser o parecer. Como acepto la ley común que comparto con mis compatriotas constitucionales, tengo libertad para diseñar según mi gusto personal o los azares de la existencia el perfil propio de mi identidad o, mejor, de mis identidades culturales. Tengo derecho a parecerme a quien quiera o a ser diferente a todos los demás».

Las identidades culturales difieren así de la condición política: en cuanto personas que a lo largo de la vida van adoptando o desechando formas de ser de acuerdo a las circunstancias o a nuestras elecciones, somos vascos, catalanes, murcianos, bisexuales, forofos de Osasuna, filatélicos sin fronteras o lo que ustedes gusten. Pero en cuanto ciudadanos, somos ciudadanos del Estado de España, porque sólo los Estados de derecho conceden la ciudadanía que nos permite todas las demás opciones que se dan precisamente gracias a ella. Dentro del demos de cada Estado democrático se da siempre una pluralidad más o menos amplia (más amplia cuanto más avanzada es la democracia constitucional) de etnos diferentes y de mestizajes entre ellos.

Pero el fundamento de la alianza política en democracia es el demos, es decir el fundamento legal compartido, y no ninguno de los etnos que se basan en condicionar la ciudadanía según requisitos prepolíticos genealógicos o tradicionalistas. Conscientes de que hoy reclamar la vuelta al etnos como condicionante de la ciudadanía es un retroceso en el largo proceso de universalización democrática, algunos reclaman varios demos dentro de cada Estado, lo cual no es sino un intento de hacernos aceptar formas de etnos travestidos en ‘demos’ para que resulten menos abiertamente reaccionarios. Ningún paso que nos acerque a convertirnos en oriundos o nativos forzosos, ningún ‘derecho a decidir’ (el que precisamente todos tenemos como ciudadanos y sólo así) entendido como derecho a decidir que el resto de los compatriotas constitucionales no decidan sobre determinado territorio del país que legalmente compartimos, sirve para profundizar la democracia o hacerla más real, sino para desnaturalizarla y retrotraerla al derecho tribal. Tantas veces se ha dicho, pero no hay más remedio que insistir: el derecho a la diferencia se basa precisamente en que no haya diferencia de derechos.

Imaginemos por un momento que tenemos que decidir quién deberá votar en un referéndum sobre la independencia de… Fridonia, por dar gusto a Groucho Marx. ¿Los nacidos en Fridonia? ¿Los que tienen ocho apellidos fridonenses? ¿Los hijos de padres nacidos allí? ¿Los que viven y trabajan en Fridonia? ¿Los que vivieron y trabajaron en Fridonia, pero luego se fueron a otro sitio? ¿Los que se sienten fridonenses, aunque vivan en Tegucigalpa? ¿Los que comen, beben, rezan y copulan como se estila en Fridonia? ¿Los que…? Nada, mejor que sólo voten los que se pinten un bigote como el que ostenta Groucho Marx.
FERNANDO SAVATER, EL CORREO – 26/10/14

jueves, 2 de octubre de 2014

"derecho a decidir" "votar": "Segregar" a una parte de la sociedad.


Carlos Cano cantaba: Cada vez que dicen patria pienso en el pueblo y me pongo a temblar


He leído el artículo del dirigente de Izquierda Unida Hugo Martinez y he encontrado una sucesión de sofismas y falacias que quiero poner al descubierto con la deconstrucción de su escrito.

Pero antes quiero hacer una serie de CONSIDERACIÓNES:

Acepción de Segregar (DRAE): Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales.


Los nacionalistas buscan ser percibidos como los defensores de la identidad  de un pueblo. Pero no se plantean que la realidad de los pueblo es multiidentitario. En la parla nacionalista habría que decir que todos los pueblos son plurinacioanales. En Cataluña sirva como dato la información de la propia generalitat que dice que el castellano es la lengua materna mayoritaria. Las excepciones serían los pueblos étnicamente definidos como ejemplos, el pueblo gitano o la nación apache. Esa realidad, supone que la imposición de una de esas identidades conlleva la sumisión de las otras;  y se vulneran derechos humanos irrenunciables como son la libertad y la igualdad. 

 En realidad, con el recurso al T. Constitucional se impide legal y legítimamente el “derecho a decidir” para evitar la segregación de sectores de ciudadanos no nacionalistas en su derecho a ser libres e iguales. Este argumento se explica poco y con frecuencia mal.

Los nacionalistas  tiene por objetivo político la imposición de sus sentimientos nacionalistas y por lo tanto segregar a  parte de sus conciudadanos que no lo son.

Las democracias son imperfecta, como construcción humana, y la desobediencia civil en defensa de la libertad y la igualdad la perfeccionan. Y en el caso de Cataluña es lo contrario, los nacionalistas apelan a la desobediencia civil para segregar e impedir la igualdad y la libertad para  una parte de sus ciudadanos.

Y como consideración final considero que la nación de ciudadanos es la única que puede defender los sentimientos de pertenencia, la identidad, la religión, la ideología, etc. de cada uno de los ciudadanos,  respetándolas y defendiéndolas  ante la pretensión, de cualquiera de ellas, de imponerla al conjunto con coacciones  o con cualquier otro método ilegal o ilegítimo.

Parafraseando a Carlos Cano digo: Cada vez que dicen pueblo pienso en los ciudadanos y me pongo a temblar.





Deconstrucción del artículo “Desobeder en Cataluña” de Hugo Martínez Abarca, miembro del Consejo Político Federal de IU
INDICACIONES:
 los textos en negro son los originales del autor
Los subrrayados en negro son los mios sobre textos del autor
Las anotaciones en rojo son mis aportaciones

Hugo Martínez Abarca *
Como era de esperar la consulta catalana ha durado jurídicamente cinco minutos. Con urgencias dignas de mejores causas tuvimos informe del Consejo de Estado, reunión del Consejo de Ministros, recurso del gobierno, pleno del Tribunal Constitucional, admisión a trámite del recurso y suspensión de la consulta en 24 horas. Era obvio que con este trámite administrativo el Gobierno intentaría acabar con el problema catalán y aquí estamos.
Desde hace meses se viene discutiendo cuáles serán los siguientes pasos. Una buena porción de los defensores de la consulta abogan por la desobediencia. Y ante esa posibilidad se ha escuchado una letanía según la cual la desobediencia es legítima en una dictadura, pero nunca en una democracia Es obvio que desobedecer las leyes es ilegal siempre en democracia y en dictaduras  (como España, añaden) “porque en democracia las leyes se pueden cambiar si eres mayoría…”En democracia si, evidente, en dictadura NO. Este argumento parte de un mundo maniqueo en el que sólo hay dictaduras y democracias y entre ellas hay una frontera nítida e incuestionable ¿será de algunos? Y Hay fronteras muy poco nítidas y las habido: dictablandas, democracias corporativas, democracias populares, democracias formales, democracias orgánicas, etc. Como siempre, esa diferencia entre dictadura y democracia es simplemente que se vote periódicamente FALACIA aunque precisamente la propuesta catalana es que se vote NO periódicamente que si lo hacen, lo que piden  y se impide es un REFERENDUM. Derecho a decidir, eufemimo. para ver si hay una mayoría que quiera cambiar la relación de Cataluña con España ¿ sería legal o legitimo exigir un referéndum para pedir la segregación racial? Se podría, mejor dicho, se debería luchar contra la segregación  legítimamente porque legalmente en una democracia todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Más allá de eso, la restricción de la desobediencia legítima a la que se practica en dictaduras no tiene ningún sentido. ¿?
En primer lugar porque la desobediencia suele tener muchas más consecuencias directas simbólicas que prácticas. En las dictaduras la oposición no suele practicar la desobediencia civil En las democracias, régimen con libertades políticas, la oposición no practica la desobediencia civil, son los ciudadanos los que la ejercen, cuando consideran que se vulneran sus derechos especialmente la igualdad y la libertad. sino la confrontación Por supuesto ilegal, va de suyo. Pero no se suele tratar de actos de desobediencia que busquen generar en el gobierno una contradicción al tener que castigar acciones justas: a una dictadura como Dios manda no le genera ninguna contradicción reprimir injustamente. Los casos paradigmáticos de desobediencia civil (Rosa Parks, Gandhi, Martin Luther King) se dan frente a democracias representativas (la británica, la estadounidense) bajo cuya autoridad se discrimina a un grupo (racial, colonial, etc) En España hay una democracia representativa homologable  a la de EEUU y a la británica y como éstas, en un tiempo tenían en partes de su territorio a ciudadanos que no eran iguales ni libres. En EEUU los estados del sur que se practicaba legalmente la segregación y en la colonias británicas que no había ciudadano sino súbditos del imperio. Seguramente alguien le dijo a Rosa Parks que se colocara en el lugar que le correspondía a una negra, que en democracia si quería podía modificar las leyes pero votando, que la desobediencia en una democracia era ilegítima El ejemplo “valdría” si Rosa Park fuera congresista o senadora, pero era una ciudadana donde se vulneraban derechos elementales… pero semejante cretino definición de cretino: ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. Imprudente o falto de razón  no ha pasado a la Historia, qué se le va a hacer. En España se produjo hace años la desobediencia masiva al servicio militar obligatorio con mucho sacrificio y absoluta legitimidad pese a que los gobiernos de Felipe González encarcelaban insumisos con la misma letanía supuestamente demócrata este es un buen ejemplo y tiene razón y sabe lo que debe saber.
La desobediencia no es legítima o ilegítima sólo en función de qué tipo de gobierno dicte las leyes, sino de si las leyes que se desobedecen son justas o injustas . En una dictadura las leyes son injustas de raíz puesto que se imponen sin legitimidad. Pero alguien que en una dictadura se saltara los semáforos y lo presentara como un caso de desobediencia civil no sería más que un imbécil peligroso. Se desobedecen legítimamente las leyes injustas, que en una dictadura son prácticamente todas y en una democracia son menos otro buen ejemmplo y tiene razón y sabe lo que debe saber.

Si la prohibición al pueblo catalán de votar es difícil entender que a los ciudadanos de Cataluña no se les prohíbe  votar qué quiere ser es injusta repito ¿un referéndum por la segregación que atente contra la libertad e igualdad de los ciudadanos es justo?, la desobediencia a tal prohibición es legítima. Lo que legitima o no la desobediencia no es si España es una democracia sino si tal norma es justa. Quienes pensamos que la forma legítima de resolver problemas políticos es votar Confirmo que todo no es votable en democracia ¿votar segregación?, no tendríamos ningún inconveniente en que tal votación se pudiera llevar a cabo digan lo que digan los tribunales constitucionales.
Sólo habría dos inconvenientes.
Uno de índole político-moral: no es lo mismo la desobediencia civil que la desobediencia institucional. Y en este caso parece claro que de lo que hablamos es de que la Generalitat de Catalunya se situara de facto como una organización política ajena a la estructura institucional del Estado español. Un Estado nunca tiene legitimidad para incumplir sus normas y la Generalitat es hoy Estado español y dejaría de actuar como tal: probablemente con legitimidad, pero sin duda con problemas. Es lo mismo, no lo olvidemos, que tendrá que suceder el día que las fuerzas rupturistas españolas ganemos las elecciones pues la Constitución de 1978 no deja más camino (realista) que la ruptura democrática: habrá un Gobierno que construya una nueva legitimidad institucional rompiendo con la anterior. Como los mimbres serán otros, evidentemente el cesto será diferente. La derecha sociológica que vota a PP o CiU desaparecerá y con la nueva legalidad se convertirán en buenos progresistas renunciando a sus antiguas opiniones. Y si no lo hicieran así siempre habrá un buen Robespierre que les meterá por la buena vereda.
El otro problema es más práctico. La desobediencia se realiza no sólo porque sea legítima sino porque además sea eficaz. Es decir, se desobedece con la intención de tumbar esa legislación injusta. En el caso catalán ha habido consultas ‘alegales’ en muchísimos municipios, ha habido movilizaciones extraordinarias: gracias a todo ello, la legitimidad social que tiene hoy en Cataluña la consulta es inmensa. Y uno duda que una consulta organizada desde las instituciones catalanas frente a las decisiones de los tribunales tuviera la capacidad de aumentar esa legitimidad social. ¿Cuál sería la participación en una consulta en una situación tan conflictiva y dudosa? Es difícil pensar que en esta hipótesis el clamor democrático de la sociedad catalana saliera reforzado. Otra cosa sería que en vez de sacar las urnas la Generalitat lo hiciera la ANC, la sociedad civil; pero ahí el problema sería que la consulta formal se convertiría en meramente simbólica pues no habría forma de obtener, por ejemplo, unos censos con los que seguir la votación con rigor. Sería, en realidad, un paso más en la movilización que lleva años, pero no una consulta con el peso de legitimidad popular que merece Una buena característica del POPULISMO es que la voluntad popular es la de las manifestaciones en vez de los elegido por las urnas.
            Más allá de los problemas tácticos, la desobediencia es legítima si la norma desobedecida es injusta, no si se da o no en una democracia. Y obviamente quienes pensamos que la única forma de resolver democráticamente un conflicto territorial son las urnas tenemos por injusta la norma que lo prohíba. ¿También el derecho de autodeterminación  para el pueblo que cotiza en el INDEX? o ¿El pueblo que forma una ciudad o un barrio? O ¿solo es pueblo lo que nosotros consideramos que lo es? Parafraseando a Carlos Cano digo: Cada vez que dicen pueblo pienso en los ciudadanos y me pongo a temblar.
(*) Hugo Martínez Abarca es miembro del Consejo Político Federal de IU y autor del blog Quien mucho abarca.